martes, 10 de marzo de 2015

LA BUENA NOTICIA ES...

Una vez más, el atrevido momento de encontrarla ha venido a dar fuerzas inexplicables al latido acelerado de mi corazón. Le abordé entonces con mis nervios destrozados y un infinito deseo de perderme en sus ojos y en toda la locura que en mí despertaba su existencia.
Ella no lo notaba, pero quizá tenía la sospecha, de todos modos lo importante en aquel instante era sostener la secuencia de nuestros encuentros, que para entonces era el segundo y no lo olvidaré; más que nada cuando escuchó la buena noticia que tenía para ella. Cruzamos el saludo y la respiración, completamos una pequeña soledad que rompí al decirle que tenía dos noticias, una mala y una buena.

- primero la mala, dijo sin pensarlo.
- no he escrito el cuento, respondí. Y me miró así cómo extrañada, al tiempo que me preguntaba el por qué.
- no sé, he estado en ello y por alguna razón no avanzo del primer párrafo.
Hubo luego un mínimo silencio y dijo;
- bueno, ya lo escribirás. Y cuál es la buena noticia. Me preguntó.
Le miré directo a los ojos y dije:
- te escribí unos poemas. Y su rostro brilló elocuente, curioso, inquieto, divino.
Dios! Habría sido genial ahí mismo haberle declamado esas pequeñas letras que le entregaría al día siguiente, de mi puño y letra en un papel. Habría sido maravilloso decirle en ese momento que su pequeña sonrisa estaba despertando en mi alto cielo no sé cuántas estrellas que se alineaban y escribían su nombre.
Me miró como extrañada, yo intentaba comprender la sorpresa en su expresión. Quería que el tiempo pasara lentamente, que los segundos fueran horas y las horas se congelaran en un juego que incluyera su sonrisa frente a la mía. Y algo así sucedió al día siguiente, porque nuevamente frente a Ye, le entregaba uno de los poemas.
- Ye, quiero dibujarte una sonrisa; dije. Decirte “gracias” y … me interrumpió mientras su mirada iba y venía, su pupila parecía un arcoíris en vuelo descendente.
- daniel, soy yo quien dice gracias y es en verdad extraña la sonrisa que ahora se dibuja en mi vida.

- te volveré a ver? Le pregunté.
Me miró sin mirarme, se acercó sin acercarse, estábamos sin estar, era como si en definitiva nos conociéramos de siempre y sin embargo estuviéramos esperando que algo nuevo pasara. Entonces su voz quebró el silencio que había dejado mi pregunta.
- viajo en dos semanas, y … no sé … tengo un largo camino por recorrer.
Vino otro silencio, torpe como casi todos, para mí injusto; pero así estaban las cosas. Ye anotó en un papel su nombre resumido, ahí podría hallarla, me lo dio en medio de su mudez y yo di mi palabra de que la buscaría, que en otros poemas ella estaba y que serían puentes para volverla a ver.
La vi alejarse cruzando aquella puerta donde otras veces la vida se nos cruzó sin sospecha de reunirnos. Mi corazón ahora latía sosegado y con una extraña aprensión, doblegado en un espacio que ella hizo real.

Daniel Matute.